"El viaje es lo propio del Hombre. Nómades y emigrantes, pioneros y exploradores, astronautas y peregrinos, turistas y trabajadores, son los interpretes cotidianos de esa experiencia […]. Puesto que todo viaje es, primero, un viaje interior."
Claudio Widmann
La devoción a Santiago y a los santos corresponde a la relación entre el Hombre y lo sagrado. Los hombres, ante las cuestiones fundamentales de la existencia, han construido sistemas de creencias filosóficas y religiosas.
El peregrinaje a Compostela pertenece a la tradición cristiana, pero la revitalización de la que ha sido objeto estos últimos treinta años podría entenderse como una reacción contra los cambios de la sociedad occidental, individualista, hipertecnológica y ultra-consumista.
Dicha reacción, más allá de los dogmas religiosos y de la preocupación que estos puedan suscitar en la actualidad, refleja la necesidad de la sociedad de reconectarse con sus raíces y de dar respuesta a sus interrogantes espirituales. También expresa la necesidad de romper con el individualismo contemporáneo y formar parte de una comunidad, probando además un ritmo más lento.
Si el sedentarismo se ha ampliamente extendido en nuestra sociedad, la movilidad ha continuado caracterizándola: el Homo Viator se ha lanzado al descubrimiento del planeta, viajando para comerciar, para compartir, para conquistar, etc. El peregrinaje es la forma espiritual de ese deseo de descubrir nuevos lugares.
Los medios de transporte modernos, más rápidos, han facilitado nuestra movilidad y han convertido el senderismo en una práctica de ocio y de bienestar. El éxito del peregrinaje jacobeo es un claro ejemplo: el senderismo adquiere un significado particular al inscribirse en una tradición, a través de unos caminos cargados de historia y de memoria colectiva, en un espíritu tanto de convivencia como de introspección.
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Puesta de sol en Fisterra ©Santiago Lopez |
El peregrinaje es un aspecto casi universal de la espiritualidad del Hombre. Es la forma religiosa del viaje.
Expresión característica de la naturaleza humana y común a casi todas las religiones, el peregrinaje es un viaje individual o colectivo que un fiel realiza hacia un lugar santo, por motivos religiosos y en un espíritu de devoción. Se trata de un viaje iniciático, abandonándose a uno mismo para poder renacer. Se puede considerar como un paréntesis en la vida en el que el tiempo se suspende y las estructuras sociales desaparecen.
En el cristianismo, la idea de caminar en busca de la salvación se creó a partir del mito fundador: Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, renegando a la especie humana al estatuto de extranjera. El Hombre ha sido exiliado de estas tierras y se ha convertido en un peregrino en búsqueda del paraíso perdido. De este modo se confiere al peregrinaje un profundo valor catártico.
En el hinduismo, el peregrinaje es una forma privilegiada de contactar con lo divino, pero también un poderoso instrumento de cohesión social.
En el budismo, el peregrinaje permite llegar a una transformación radical del yo y a un estado más avanzado de evolución espiritual.
Para los musulmanes, el peregrinaje constituye uno de los cinco pilares de la religión islámica.
"Soñamos con viajes a través del universo, pero el Universo ¿no está en nosotros? Ignoramos las honduras de nuestro espíritu. Dentro de nosotros o en ningún sitio están la eternidad y sus mundos, el futuro y el pasado. El camino misterioso va hacia dentro." Novalis, poeta.
El peregrinaje es símbolo de búsqueda de verdad, de paz, de inmortalidad. Es una búsqueda de sabiduría, una prueba de adquisición de nuevas posibilidades: subir montañas equivale a una elevación espiritual hacia la comprensión, mientras que cruzar un puente es símbolo del paso de la vida a la muerte, de la tierra al cielo, de la vanidad a la inmortalidad.
Los siete durmientes |
El peregrinaje al santuario de Galicia está íntimamente ligado a la historia europea. A partir de la inventio de la tumba de Santiago, en el siglo IX, el peregrinaje empieza a desarrollarse, recibiendo peregrinos modestos o ilustres. El peregrinaje a Compostela alcanza su máximo esplendor entre los siglos XII y XIV, convirtiéndose en el tercer peregrinaje más importante de la cristiandad, junto a Roma y Jerusalén. La practica del peregrinaje es entonces intensa. Se visitan los restos de los santos, esos “amigos de Dios”, con la esperanza de ser curado, de ser perdonado, de alcanzar la salvación, etc. o como condena pronunciada por un tribunal, que tenía como consecuencia el exilio del herético, del no creyente, lejos de su comunidad.
A partir del siglo XVI, la mirada sobre los pobres, los mendigos, los vagabundos y los peregrinos cambia radicalmente. Los antiguamente respetados como personificaciones de Cristo, son ahora acusados de mantener el desorden y propagar epidemias. La misma Iglesia quiere fundar una fe cristiana basada en practicas mejor controladas e interiorizadas: se privilegian los peregrinajes de proximidad hacia multitud de santos y santuarios.
Además, los estados no ven con buenos ojos estos vagabundos de Dios. El peregrinos es ante todo un contribuyente y un soldado. Sin control, también podía tratarse de un espía o de un bandido. A partir del siglo XVIII, las reglamentaciones se multiplican por toda Europa. En Francia, se suceden decretos y ordenanzas a partir de 1665 para exigir que toda persona que desease realizar un peregrinaje fuera del reino se sometiese a una serie de formalidades con un claro objetivo de disuasión. En 1717, en el contexto del virulento conflicto entre Francia y España, el regente francés incluso llega a prohibir que alguien saliese del territorio para realizar un peregrinaje.
En el siglo XIX, poco queda de lo que algún día fue el peregrinaje hacia Compostela. La Revolución, la invasión napoleónica en España y el cada vez mayor ateísmo relativizan su práctica. El redescubrimiento de las hacia el año 1880, seguido de la bula pontificia Deus omnipotens (1884) que autentificaba las reliquias, coincide con la aparición de otros centros de peregrinaje (Lurdes, Lisieux, Fátima). Pero, debido en gran parte a las dos Guerras Mundiales y la Guerra Civil española, no es está la década de 1950 que el santuario gallego comienza a recobrar su resplandor de antaño.
En la actualidad, recorridos por millares de caminantes de más de 150 nacionalidades, los caminos hacia Compostela se han convertido en un patrimonio universal. Simbolizan la resolución que tuvieron los peregrinos durante siglos. Lo que fue un fenómeno religioso fundado en la expresión del cristianismo tiene un nuevo significado en el mundo contemporáneo: un viaje itinerante cultural y espiritual.
Personas de distintos horizontes, creyentes o no, cristianos o no, estetas del arte románico, individuos en búsqueda de introspección o de comunión con los demás, jóvenes y menos jóvenes, comparten la misma aventura. Caminan con el deseo de conocer gente, de huir durante un tiempo de los condicionamientos, de los artificios de la vida moderna y del consumismo. Se ponen a prueba física y personalmente, y también con los demás, tejiendo con cada paso los lazos que unen los altos lugares del arte sagrado medieval con las modestas iglesias de los pueblos.
La realidad material de la ruta permite que cada quien escriba su propia historia en la Historia. “Caminar siguiendo los pasos de otros”, recorriendo itinerarios cargados de significado, de autenticidad, de sagrado. Esta singular itinerancia transfigura estos caminos en un patrimonio vivo.
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Momento de reflexión©jjgelbart_acir |
Visitar lugares colectivamente ritualizados y consagrados por la historia es el origen de este fenómeno social : la itinerancia jacobea.
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En camino©François Lepère | Lentitud |
"Hacer el camino es aprender la lección de la “puerta estrecha”. Despojarse de lo innecesario, irse, dejar familia, amigos, posesiones, tarjeta de crédito, para llevar consigo únicamente lo esencial, entre seis y ocho kilos de lo necesario para vivir el día a día, en el ahora. Pero además, para vivir realmente una experiencia así, hay que irse durante al menos tres semanas, el tiempo necesario para perder sus miedos, y estar sólo con uno mismo."
Jean-Louis en Faycelles (Lot), citado en "Passants de Compostelle" de Jean-Claude Bourlès