El Camino Francés, que debe su nombre a los “francos” y a los peregrinos que llegaban desde Francia, es el itinerario español más emblemático pero también el más cosmopolita. Este camino fue un eje de repoblación fronterizo con el territorio conquistado por los Moros. Desde la frontera francesa, se puede llegar al Camino Francés por Navarra (puerto de Roncesvalles desde Saint-Jean-Pied-de-Port) o por Aragón (puerto de Somport desde Oloron-Sainte-Marie).
El Camino Francés está jalonado por ciudades que constituyen un amplio abanico de todos los estilos del arte religioso europeo. Este itinerario está impregnado de la devoción no sólo al apóstol Santiago sino a un gran número de santos y santas. El Camino Francés está inscrito en la Lista del patrimonio mundial desde 1993.
La etapa de mayor intensidad del itinerario es la travesía de la Meseta, un territorio extremadamente caluroso en verano – debido a su fuerte exposición al sol y la peligrosidad en en caso de tormenta – mientras que en invierno la zona conoce vientos glaciales. Esta etapa se extiende entre las ciudades de Burgos y León. O Cebreiro, que culmina a 1300 metros de altura, es otro mítico lugar del Camino Francés, justo antes de comenzar la bajada hacia los agradables tramos gallegos. Esta aldea perteneció a la abadía de Saint-Géraud de Aurillac.
El itinerario está muy bien equipado en alojamientos y balizado con multitud de señales, paneles, flechas y otras marcas. La elevada afluencia actúa también como una suerte de balizaje visual del camino. En efecto, el Camino Francés está poblado por caminantes y ciclistas, sobre todo en periodo estival y en los últimos 100 kilómetros. La importante frecuentación entre junio y septiembre puede disuadir a los peregrinos veteranos y a los adeptos de la introspección espiritual.
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